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Sobremesa de domingo


Un domingo, en la sobremesa:

-Saca la guitarra y toca algo, ¿no?. Amenízanos...

Mi respuesta:

-Estupendo, pero antes me vas a hacer unos planos para la reforma de la casa que quiero hacer, le dije a mi amigo arquitecto Juan.

Después miré a su mujer, Bernarda, que es abogada:

-Y tú me arreglas por favor el problema que tengo con mi hermano y la herencia de mi difunta madre.

Y por último, a mi amigo de la infancia, Eusebio, que trabaja en Osakidetza:

-Y tú por favor mírame la tensión, que llevo unos días cansado.

Su cara de estupefacción era todo un poema. Eusebio, que tenía más confianza conmigo, se atrevió a decirme balbuceando...

-¡Cómo te pones! Si sólo es tocar unos acordes... va, hombre!

-Para llegar a tocar esos acordes, he estudiado y trabajado durante años, igual que vosotros. Y lo mismo que vosotros me recibís en vuestros despachos y consultas, yo también estaré encantado de recibiros en mi lugar de trabajo: los escenarios.


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